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lunes, 22 de septiembre de 2014
martes, 16 de septiembre de 2014
miércoles, 3 de septiembre de 2014
De Hezbolah a la Yeshivá
Itongadol.- Él era un musulmán chiíta que vivía en
el Líbano, fue torturado por Hezbollah después de colaborar con Israel y ver
cómo quemaban vivo a uno de sus hijos. Sin embargo, Ibrahim Yassin logró escapar
a Israel y se convirtió al judaísmo, junto con su esposa e hijos. Ahora es el
rabino Avraham Sinai.
"Después de tres meses de tortura en las salas de interrogatorio de Hezbollah, me sentaron frente a Imad Mughniyeh, quien trató de hablarme con suavidad. Estuve a punto de quebrarme, pero entonces, uno de los terroristas trajo a mi bebé, que tenía ocho o nueve meses, lo colocó frente a mí, lo roció con combustible, encendió una cerilla y lo quemó vivo”.
Esta historia no fue tomada de una película de ciencia ficción, ni se trata de un mal sueño. Esta es la historia de Ibrahim Yassin, quien colaboró con la inteligencia israelí en el Líbano, logró huir de las garras de Hezbollah, se convirtió al judaísmo y se transformó en Abraham Sinai.
"Unos meses antes de la primera guerra del Líbano, los palestinos que gobernaban aquí provocaban líos, molestaban a los residentes, violaban a las niñas, ejecutaban y controlaban células terroristas", cuenta.
“En 1982 comenzó el Operativo Paz para la Galilea y para nosotros estaba claro que lo que los israelíes hacían era para bien de los libaneses”, recuerda. Así fue como Ibrahim comenzó a entregar información al ejército israelí sobre terroristas activos en la región, principalmente para ayudarse a sí mismo y a su familia, que sólo querían vivir con paz y tranquilidad.
"Los israelíes expulsaron a los palestinos, y por eso los ayudamos”, relata el ahora rabino. “Sin embargo, dos años más tarde, Hezbollah comenzó a atacar a los residentes libaneses debido a sus vínculos con el ejército israelí."
Una noche, combatientes de Hezbolá irrumpieron en su casa y lo secuestraron. El entonces ciudadano libanés Ibrahim Yassin fue llevado a un búnker subterráneo, y allí se le exigió información sobre su cooperación con Israel.
"Durante el interrogatorio, me dije a mí mismo: 'Si digo la verdad firmo mi sentencia de muerte. Entregué mucha información a los israelíes, y sabía que mi familia recibiría el rótulo de traidores, por ello decidí no hablar. Mi sufrimiento me demostró que no hay nada más poderoso que la fuerza de voluntad. Me sometieron a interrogatorios, me ataron, me arrastraron con un automóvil, me cortajearon el cuerpo y trajeron perros que me atacaron”, recuerda Abraham.
El que participó en estos interrogatorios acompañados de tortura no era otro que el comandante de Hezbollah, Imad Mughniyeh, quien fuera asesinado en Siria en 2008. "Comprendí que me acercaba a la muerte, que de cualquier manera me matarían, pero fui muy terco y no dije nada. Después de cada sesión de tortura me regresaban a patadas al bunker, como un globo inflado de sangre, por los golpes".
Cinco meses después Yassin fue liberado tras una mediación que hizo un primo de su padre, un alto mando de Hezbollah. Cuando regresó a su casa, su esposa- Diwa- le contó que hombres de Hezbollah habían golpeado a su hijo mayor, de un año y diez meses de edad, y que le quebraron prácticamente todos los huesos. Además, le trajeron una bolsa con cenizas, de su hijo menor que habían quemado vivo. La pareja tuvo 9 hijos. “Dos de ellos están enterrados en el patio de la casa en la que vivíamos, en el Líbano”, recuerda con tristeza.
A fin de la década del 90, Ia familia logró huir hacia Israel y se instaló en el norte del país. Pero el cambio se produjo dos años después, en Yom Kipur. “No había una mezquita y yo deseaba rezar”, dice Abraham. “Le dije a mi esposa que quería ir a la sinagoga, que es la casa del Señor”.
“El rabino me recibió en la sinagoga, me puso una Kipá sobre la cabeza y me dio un Talit. Pensé que él creía que yo era un judío que viene a la sinagoga una vez por año, en Yom Kipur. Pero al finalizar el rezo entendí que él sabía que yo era árabe y me estaba respetando y haciéndome un honor”.
Cuando se retiraban, uno de los feligreses se le acercó y le explicó que si deseaba rezar como judío se podía convertir. Y así lo hizo, junto a su esposa y con ayuda del rabino de Kriyat Shmona, y del Rab. Shmuel Eliahu, que le abrió las puertas de su Yeshivá.
Abraham Sinai estudió durante 4 años en la Yeshiva “Or Yakar”, en Safed, tras lo cual pudo completar su proceso de conversión, en el año 2004. Después, Ibrahim se transformó en Abraham y Diwa en Ziva.
Hoy en día, el rabino Abraham Sinai vive en Safed, junto a su esposa e hijos, y reparte su tiempo entre el Beit HaMidrash y las conferencias que brinda en todo el país, con el fuerte acento árabe que tiene al hablar, la única señal que queda de su pasado como musulmán chiíta en el Líbano.
“Cuando me coloco los Tefilín y me envuelvo en el Talit me emociono”, dice el Rab. Sinai. “Hay algo en esta Mitzvá que me emociona hasta las lágrimas. Si pudiera, me quedaría con el Talit y los Tefilin puestos todo el tiempo, pero no quiero que se rían de mí”, explica. De todos modos, sale de su casa con el Talit y sus Tefilin, y vuelve de la misma manera, atravesando las calles de Safed. “Así aprovecho para cumplir al máximo posible esta Mitzvá”, confiesa el rabino Abraham Sinai.
"Después de tres meses de tortura en las salas de interrogatorio de Hezbollah, me sentaron frente a Imad Mughniyeh, quien trató de hablarme con suavidad. Estuve a punto de quebrarme, pero entonces, uno de los terroristas trajo a mi bebé, que tenía ocho o nueve meses, lo colocó frente a mí, lo roció con combustible, encendió una cerilla y lo quemó vivo”.
Esta historia no fue tomada de una película de ciencia ficción, ni se trata de un mal sueño. Esta es la historia de Ibrahim Yassin, quien colaboró con la inteligencia israelí en el Líbano, logró huir de las garras de Hezbollah, se convirtió al judaísmo y se transformó en Abraham Sinai.
"Unos meses antes de la primera guerra del Líbano, los palestinos que gobernaban aquí provocaban líos, molestaban a los residentes, violaban a las niñas, ejecutaban y controlaban células terroristas", cuenta.
“En 1982 comenzó el Operativo Paz para la Galilea y para nosotros estaba claro que lo que los israelíes hacían era para bien de los libaneses”, recuerda. Así fue como Ibrahim comenzó a entregar información al ejército israelí sobre terroristas activos en la región, principalmente para ayudarse a sí mismo y a su familia, que sólo querían vivir con paz y tranquilidad.
"Los israelíes expulsaron a los palestinos, y por eso los ayudamos”, relata el ahora rabino. “Sin embargo, dos años más tarde, Hezbollah comenzó a atacar a los residentes libaneses debido a sus vínculos con el ejército israelí."
Una noche, combatientes de Hezbolá irrumpieron en su casa y lo secuestraron. El entonces ciudadano libanés Ibrahim Yassin fue llevado a un búnker subterráneo, y allí se le exigió información sobre su cooperación con Israel.
"Durante el interrogatorio, me dije a mí mismo: 'Si digo la verdad firmo mi sentencia de muerte. Entregué mucha información a los israelíes, y sabía que mi familia recibiría el rótulo de traidores, por ello decidí no hablar. Mi sufrimiento me demostró que no hay nada más poderoso que la fuerza de voluntad. Me sometieron a interrogatorios, me ataron, me arrastraron con un automóvil, me cortajearon el cuerpo y trajeron perros que me atacaron”, recuerda Abraham.
El que participó en estos interrogatorios acompañados de tortura no era otro que el comandante de Hezbollah, Imad Mughniyeh, quien fuera asesinado en Siria en 2008. "Comprendí que me acercaba a la muerte, que de cualquier manera me matarían, pero fui muy terco y no dije nada. Después de cada sesión de tortura me regresaban a patadas al bunker, como un globo inflado de sangre, por los golpes".
Cinco meses después Yassin fue liberado tras una mediación que hizo un primo de su padre, un alto mando de Hezbollah. Cuando regresó a su casa, su esposa- Diwa- le contó que hombres de Hezbollah habían golpeado a su hijo mayor, de un año y diez meses de edad, y que le quebraron prácticamente todos los huesos. Además, le trajeron una bolsa con cenizas, de su hijo menor que habían quemado vivo. La pareja tuvo 9 hijos. “Dos de ellos están enterrados en el patio de la casa en la que vivíamos, en el Líbano”, recuerda con tristeza.
A fin de la década del 90, Ia familia logró huir hacia Israel y se instaló en el norte del país. Pero el cambio se produjo dos años después, en Yom Kipur. “No había una mezquita y yo deseaba rezar”, dice Abraham. “Le dije a mi esposa que quería ir a la sinagoga, que es la casa del Señor”.
“El rabino me recibió en la sinagoga, me puso una Kipá sobre la cabeza y me dio un Talit. Pensé que él creía que yo era un judío que viene a la sinagoga una vez por año, en Yom Kipur. Pero al finalizar el rezo entendí que él sabía que yo era árabe y me estaba respetando y haciéndome un honor”.
Cuando se retiraban, uno de los feligreses se le acercó y le explicó que si deseaba rezar como judío se podía convertir. Y así lo hizo, junto a su esposa y con ayuda del rabino de Kriyat Shmona, y del Rab. Shmuel Eliahu, que le abrió las puertas de su Yeshivá.
Abraham Sinai estudió durante 4 años en la Yeshiva “Or Yakar”, en Safed, tras lo cual pudo completar su proceso de conversión, en el año 2004. Después, Ibrahim se transformó en Abraham y Diwa en Ziva.
Hoy en día, el rabino Abraham Sinai vive en Safed, junto a su esposa e hijos, y reparte su tiempo entre el Beit HaMidrash y las conferencias que brinda en todo el país, con el fuerte acento árabe que tiene al hablar, la única señal que queda de su pasado como musulmán chiíta en el Líbano.
“Cuando me coloco los Tefilín y me envuelvo en el Talit me emociono”, dice el Rab. Sinai. “Hay algo en esta Mitzvá que me emociona hasta las lágrimas. Si pudiera, me quedaría con el Talit y los Tefilin puestos todo el tiempo, pero no quiero que se rían de mí”, explica. De todos modos, sale de su casa con el Talit y sus Tefilin, y vuelve de la misma manera, atravesando las calles de Safed. “Así aprovecho para cumplir al máximo posible esta Mitzvá”, confiesa el rabino Abraham Sinai.
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